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domingo, 15 de octubre de 2017

La suerte de los Logan

Los subterraneos de la transgresión. Ocean's eleven (2001), no dejaba de constituirse, a desapegado ritmo cool, en una sencilla, pero eficaz, alegoría deL golpe al Sistema. Su aparente liviandad resultaba engañosa, como su juego estructural con los tiempos, caso de su introducción o del golpe de efecto del robo, con el que juegan con las falsas apariencias ( ironía ya que el sistema se sostiene sobre las falsas apariencias), y cuya realización real se nos desentrañará posteriormente, jugando, con habilidad, con la construcción de los climax narrativos convencionales. No era sólo una película de robos, no sólo era una película de fulgores de cuerpos, colores e iconos. La misma motivación del protagonista, la recuperación de un amor, se convertía en emblema de antitesis de nuestro sistema social y económico, ese que Soderbergh ha desentrañado con agudeza en su filmografía sin necesitar hacer uso de explícitas pancartas, y sí potenciando la inmersión sensorial (en ocasiones, como en su excelente 'Bubble', con la sequedad de un filo). Pocos cineastas han desafiado, o puesto en evidencia, las carencias de las miradas críticas. El cine de Soderbergh es un cine de sutilezas y capas. La primera capa de aproximación a la espléndida La suerte de Logan (2107), aludiría a las razones de Soderbergh (quien acaba de rodar otra película a través de un iphone: 'Unsane') para volver a dirigir una película: le atrajo la idea de realizar una variante de Ocean's eleven cuya apariencia sea la opuesta, por la carencia glamourosa de personajes y ambiente, vestuario y tecnología, en el escenario de la América Profunda de West Virginia, en el que los hillbillies aportan su rudimentaria nota de color espeso. Esa sería la primera capa. La segunda, sería apreciar, y disfrutar, el preciso y exquisito despliegue narrativo, su modulación y construcción de orfebre, sus medidas composiciones y el eficaz y ocurrente trazo de personajes y situaciones. Eso que se llama, el placer del texto. La trama puede parecer la de tantas otras películas de atracos, en la que se atiende a su preparación, reclutamiento y definición de integrantes de la banda, ejecución y secuelas o consecuencias. Pero logra dotar de singularidad a un modelo o patrón dramatúrgico y narrativo. Eso nos lleva a otra series de capas.
El cuerpo y la sociedad. Las últimas obras de Steven Soderbergh se tramaban sobre las apariencias, sobre una realidad en la que prima el simulacro, y en donde los cuerpos se difuminan en la condición de funciones, o representaciones, figuras en un escenario. Y siempre en un trayecto abisal, hacia la degeneración o corrupción. En Hayware (2012), el cuerpo es agente laboral, mecanismo o músculo en un engranaje, agente de una organización gubernamental, enfrentada a una retorcida maraña (no visible; por ello, que hay desentrañar, o desactivar). En Magic Mike (2012) mercancía en una pasarela, objeto, representación o espectáculo sexual, en donde también la emoción, la integridad, será exprimida porque ante todo se es función o instrumento. La entraña se define por la dinámica arribista (se es según la posición en el tablero o escenario) y por la falsedad de las interacciones, en las que el otro es una función conveniente. Efectos secundarios (2013) era el complemento a Contagio (2011). La protagonista de la primera es mera apariencia, representación, falsedad, emblema de una sociedad erigida sobre el enmarañamiento de engaños o fraudes. Contagio es la alegoría de una sociedad que ha perdido la condición de relaciones frontales, en las que el choque de unas manos es el gesto ya perdido en el marasmo de relaciones virtuales, falaces, la distancia de los simulacros y las representaciones.
En Behind the candelabra (2013), a través de Liberace (Michel Douglas), se desentraña la vida del artista como Narciso, un culto a las apariencias: La vida es un escenario, y la construye sobre la multiplicación de reflejos. Pero el cuerpo envejece y se deteriora. Su retorcimiento: el moldeado lo realiza sobre la pantalla, y a la vez espejo, que es el otro, aquel que modela, su joven amante, Scott (Matt Damon), quien se deja seducir y moldear, como el pupilo por el maestro del que adopta sus valores y actitudes y apariencias, para convertirse en su versión joven, la pantalla corpórea en la que Liberace esculpe cómo se veía en su juventud. Será como tener su replica juvenil, y como si hiciera el amor consigo mismo. Es la quintaescencia del narcisismo. Resultaba consecuente que Soderbergh, a continuación, se centrara en la práctica médica, a través de la serie 'The knick', el cuerpo como material vulnerable y degradable, reflejo de las contorsiones y corrupciones de la sociedad (étnicas o de clase social) amplificadas a la mente, a través de la experimentación de la droga de su protagonista, el cirujano Thackery (Clive Owen), reflejo de los límites de resistencia antes los desafueros aberrantes de la sociedad, cuya inclinación retrograda dificulta la exploración que posibilita los adelantos, y la impotencia ante la inevitable degradación del cuerpo que convierte la dedicación médica en una tarea funambulista: ¿En qué medida se puede intervenir, en qué medida se puede resistir?.
En La suerte de los Logan, Jimmy Logan (Channing Tatum), sufre de cojera, y su hermano Clyde carece de un antebrazo. Esa carencia física, esa lesión o esa perdida, refleja la propia relación lesionada con la realidad, también definida por las perdidas, por las fracturas de la frustración o el fracaso. ¿Todo es cuestión de suerte? Clyde alude a la maldición de los Logan, cómo les persigue la mala suerte, en especial cuando todo parece irles bien. Jimmy se lesionó cuando era un admirado quaterback, y truncó la promesa de una exitosa carrera deportiva como jugador de fútbol americano. Clyde perdió ese antebrazo cuando iba a coger el avión en Irak que iba a traerle a casa. Trabaja de camarero, tarea que realiza con pericia, pese a la irrisión que hagan algunos de su posible competencia por disponer de un brazo ortopédico. Jimmy trabaja de minero, como si reflejara su misma vida subterránea, casi enterrada: esta separado, y su principal amor y vínculo es su pequeña hija: en la secuencia inicial se nos presenta a ambos, mientras Jimmy arregla el coche: el nuevo marido de su ex esposa es un próspero dueño de un concesionario de coches: vive en una mansión mientras él vive en un cuchitril. No es de extrañar, en toda lógica, que Jimmy decida realizar un robo durante la celebración multitudinaria de una carrera automovilistica de Nascar, en Charlotte, Carolina del Norte, que como apunta otro personaje, representa a América, o sea, la competitividad, el ansia de triunfo y de ser el número uno, el cultivo de las apariencias (tan vinculado con la arrogancia y la vanidad).
La espita que determina a Jimmy a tal propósito es su despido, por no haber notificado al firmar el contrato que padecía una cojera: Las mezquindades del sistema: el ladrón piensa que todos son de su condición: se anticipan pensando que puede hacer uso de maniobras arteras para hacer pasar esa lesión como sufrida durante el periodo laboral. Ese conocimiento será decisivo en el curso de las representaciones escénicas de la ejecución del robo (incluidos comentarios irónicos sobre la ficción a través de Juego de tronos, y las divergencias entre serie y libros, o la anticipación de la serie a los libros): el conocimiento de cuánto importa la imagen que se transmite y proyecta, y de las triquiñuelas subterráneas de las empresas con los seguros y la indefinición de la circulación de dinero. De nuevo, como en Ocean's eleven, un prodigio de síntesis narrativa (y no es el único admirable montaje secuencial al son de una canción) nos revelará en los tramos finales esa otra perspectiva que evidencia la astuta elaboración del asalto al Sistema por parte de quien sabe que depende de con quien se comparte la información.
Por otro lado, ese volantazo narrativo, que evidencia otro eje de mirada o conocimiento, revela el cuerpo mutante narrativo de una obra que aparenta ajustarse meramente a unos patrones. No está lejos del uso de los giros narrativos que trastocan no sólo la percepción sobre los hechos, sino incluso de algún personaje, en Efectos secundarios. En esta presenciábamos un proceso de corrupción: el principal efecto secundario de esta sociedad en la que vivimos, la búsqueda rapaz del beneficio económico, acompasado con el artero cultivo de las falaces apariencias. La industria farmacéutica y la psiquiatría, cuya dedicación se supone que es la cura de nuestras lesiones físicas y emocionales o mentales, se revelan también territorio de funcionarios y depredadores que atiborran con medicamentos por comodidad o para sacar dinero, especulando del modo más avieso con los mismos. En La suerte de los Logan presenciamos la transgresión de ese sistema corrupto y vano, realizada por algunos de los desfavorecidos, o lesionados sociales, quienes, precisamente desde los subterráneos, asaltan uno de sus escenarios representativos, una competición deportiva que es a su vez un espectáculo a gran escala. La voluntad insurgente desafía a la suerte y a las injusticias e inconsistencias de un sistema social. Aunque, ciertamente, nunca se sepa cuál será el próximo giro o volantazo de la realidad. Soderbergh es uno de los cineastas que mejor utiliza como recurso expresivo la música, en conjunción con la modulación del montaje. Una excelente nueva colaboración con David Holmes.

1 comentario:

  1. Me gusta más la gente que cumple su palabra, Soderbergh anunció su retiro varias veces pero, como la gripe, siempre regresa...

    Saludos,

    J.

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