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domingo, 1 de abril de 2018

El correo del infierno

Quentin Tarantino se inspiró en 'El correo del infierno' (Rawhide, 1951), de Henry Hathaway, para 'Los odiosos ocho' (2015). Tarantino es un cineasta se hace visible, incluso aparatoso, por alarde, o falta de sutileza, sea por escritura de diálogo, juego estructural o solución formal. Por eso, es alguien a quien se le identifica por una marca propia, es un autor, su nombre es incluso una consigna (incluso para algunos sello distintivo de genio). En cambio, Hathaway era un cineasta que no se dejaba ver, aunque dominara con ejemplar y admirable dominio las superficies de la narración. Escurridizo, predominó la consideración de que era un mero artesano. Sus complejidades permanecían agazapadas, prestas a ser captadas, discernidas por el ojo atento. No casualmente, en su cine el aprendizaje era una de las constantes que tramaban un buen número de sus obras. 'El correo del infierno' es una de ellas. Un ejemplo más de su dominio, excepcional, del arte narrativo, servido por un excelente guión de Dudley Nichols, que destaca por la precisión y capacidad de síntesis en la caracterización de personajes, la dosificación de tensiones, la concentración dramática, el trazado de conflictos, la conjugación de perspectivas, el hábil uso de los espacios, en suma, por su capacidad de transmitir la sensación de que todas las piezas se amoldan sin dejar resquicio para las fisuras, que, realmente, las hay (no en el engranaje formal sino en su subtexto) pero no están visibles, como el sutil juego con cierta figura simbólica del fantástico, la dualidad o alteridad. Abstracción que alcanzó cotas de extrañamiento más notorias en el singular western posterior 'El jardín del diablo' (1954).
Superficies: Tom (Tyrone Power) es un joven ayudante en una posta, en un espacio árido y pedregoso, de la diligencia que recorre 2700 kilómetros desde San Francisco a San Luís en 25 días. El responsable, Sam (Edgar Buchanan), en la presentación de ambos, le reprende su poca profesionalidad, más preocupado por cuidar su aspecto (Tom se está afeitando) que en aprender y realizar bien su oficio. Una mujer, Vinnie (Susan Hayward) con una niña pequeña, tiene que quedarse un día, pese a sus protestas, porque hay cuatro prófugos que pueden convertirse en amenaza para la diligencia y la empresa no puede hacerse responsable de la vida de niños pequeños. Irónicamente, los cuatro hombres se 'apostarán' en la posta para robar el oro que traerá otra diligencia al día siguiente. Dos de los hombres tienen espíritu de subordinado, el cumplidor y leal Gratz (George Tobias), y el afable, miedoso, 'barrigón', y más bien aficionado a comer, Yantz (Dean Jagger).
Tevis (Jack Elam) es menos fiable que una serpiente, como refleja su sonrisa nerviosa que parece que te va a escupir, siempre en un tris de estar a punto de hacer uso del gatillo o de dar rienda suelta a sus lúbricos instintos con Vinnie. Es una bomba ambulante que sabes que va a estallar en cualquier momento, y que no lleva nada bien lo de amoldarse a la voluntad de Zimmerman (Hugh Marlowe), la 'cabeza pensante' del grupo ( y personaje que se va a apoderando de la película), como evidencia la expresión, y el temblor de furia contenida de Tevis cuando Zinneman le golpea el vaso que se lleva a la boca, rompiéndoselo. O la expresión, y el golpeteo constante con el vaso de Tevis, durante la noche, sin dormir, mientras reposa tranquilamente Zimmerman (modélico empleo de un plano general, sin recurrir al énfasis en los gestos, para crear crispación, con la relación de componentes o figuras en el plano, en primer término Zimmerman, durmiendo, y al fondo en la mesa, Tevis). Hathaway juega admirablemente con los diversos frentes de tensiones entre los personajes, entre los mismos forajidos, o entre Tom y estos, en situaciones como la llegada de los pasajeros de una diligencia, en la que destaca el juego de tensión con un trozo de papel, con una petición de ayuda, que guardaba Tom para dárselo a los de la diligencia, y que pierde sin darse cuenta ( hasta el momento en que quiere darlo) o con los esfuerzos de Tom y Vinnie para excavar un agujero en la pared de su habitación con un cuchillo (que en un momento dado sale despedido, y tienen que idear cómo recuperarlo).
Subterráneos: Avanzada la narración se revelará que Zimmerman no es un forajido convencional (ya en sus modos elegantes, templados, nada tienen que ver con los más zarrapastrosos de sus compinches, con los que carga porque se unieron a su fuga). Hijo de buena familia ingresó en prisión por matar a la mujer que amaba y a su amante. También Tom es hijo de familia acomodada, de hecho el dueño de la empresa es su padre (apreciése su expresión, huidiza, tensa, sin casi alzar la mirada, cuando al llegar Vinnie alude a él como el encargado de los burros). Tom es alguien que realizará un auténtico aprendizaje de la vida con el trance que vivirá en un sólo día, enfrentarse a lo que podría considerarse su 'doble'. Lo remarca en sus últimas palabras, 'ha aprendido el oficio', que es decir que ha aprendido a enfrentarse a la vida, siendo determinado, tomando responsabilidades, arriesgándose, aprendiendo a colaborar, aunque en el proceso cometa errores o fracase en los intentos ( lo del papel, o cuando se le rompe el cuchillo tras dedicar horas a abrir el agujero en la pared). De hecho, en los enfrentamientos finales él no mata a nadie, aunque se enfrente a Tevis, quien, elocuentemente, mata a traición a Zimmerman (este que había ido a prisión por matar a una mujer, por dejarse llevar por un ciego arrebato de sus instintos, es muerto precisamente por el lúbrico Tevi, quien no controla esos instintos).
Tom se convertirá, por tanto, en 'otro', alguien que se hace adulto (cuero curtido, como se puede traducir el título origonal, Rawhide). Y no deja de ser curioso que la aparición de Zimmerman sea haciéndose pasar por 'otro', un sheriff (irónicamente, un representante de la ley), o que Vinnie realmente no sea la madre de la niña, sino 'otra'. La niña es su sobrina, de la que se ha 'responsabilizado' tras la muerte de sus padres. Como Tom será capaz de sacrificarse, de exponer su vida, cuando, en cruel detalle, Tevis dispara alrededor de la niña para conseguir que Tom tire el arma. Ambos tienen que actuar como si fueran un matrimonio, para poder proteger la vida de ella. Ambos colaboran unidos para solventar una situación extrema, poniendo en cuestión, con sus actos, la lección que pretende darle Zimmerman a Tom cuando le dice que si algo aprenderá en la vida, al ser adulto, es a no confiar en nadie. De una 'representación' que se convierte en alianza y colaboración surge un auténtico amor. También hay que saber aprender 'el oficio de amar'.

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