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viernes, 6 de abril de 2018

Inmersión

Confinamiento y profundidades: El amor y sus metáforas. Hay oscuridad y abismos en las profundidades, hay oscuridad y abismos en las superficies. En 'Inmersión' (2017), de Wim Wenders, adaptación de la novela homónima de J.M Ledgard, Danielle (Alicia Vikander) es una biomatemática que explora las profundidades del océano. Su propósito, la inmersión en un submarino hasta la zona donde no llega la luz, la quinta y última capa del océano. ¿Cómo se genera ahí la vida? Dado el maltrato que ejercemos sobre el medio ambiente ¿qué alternativas fuentes de vida se pueden encontrar en esas zonas tan escasamente exploradas? James More (James McAvoy) es un agente del servicio secreto británico, el MI6, que se hace pasar por ingeniero hidráulico para lograr infiltrarse en la organización yihadista de Al-Qaeda. Su propósito, la lucha para generar una armonía en un mundo que, según su consideración, necesita del compromiso activo para que puede ser factible. ¿Cómo se puede generar esa armonía? Una pretende sumergirse en la oscuridad, en la zona hadal, para encontrar esa luz que revele otras formas de generar vida, para poder ampliar la posibilidad de supervivencia de nuestro planeta. Y el otro se sumerge en la oscuridad de un cautiverio, que supone sufrir un infierno, como si habitara el Hades, confinado entre cuatro mugrientas paredes, tras que a su llegada a Somalia sea capturado por yihaidistas.
Entre ambos, junto a la orilla del mar, mientras se encontraban alojados en un hotel, había surgido el amor. Esa inmersión que supone conectar superficie y profundidades, que es cautiverio y liberación. Ignorante de que ha sido hecho prisionero, la ausencia de comunicación implica para ella el desasosiego de que signifique indiferencia, falta de correspondencia. Pero para él, durante su tortuoso cautiverio, el recuerdo de Danielle es el incentivo que potencia su resistencia. La narrativa se hilvanará, como un compás musical, sobre los planos y contraplanos de quienes en la distancia, una en el norte, en Groenlandia, donde tiene previsto realizar su inmersión, y el otro en el sur, en Nigeria, sienten una proximidad que a la vez les conecta con lo pletórico y armónico de la vida, y por eso se resisten a que sea un mera pasajera ilusión, o una transitoria nube. Están separados pero se sienten juntos, aunque el silencio desgarre, como una incierta suspensión, el mantenimiento de esa conexión, que se refleja en el uso de las transiciones, evidencia de una continuidad, entre ellos y para cada uno de ellos, a través de sus miradas (el océano en el siguiente plano es el conjunto abigarrado de casas en Nigeria; la mirada a través de una ventana de uno en el siguiente es la del otro a través de otra ventana).
'Inmersión' resulta la obra más inspirada, o al menos equilibrada, de Wenders desde 'Lisbon story' (1994), aunque hay que matizar que en los territorios de la ficción, ya que durante las últimas dos décadas ha realizado excelentes documentales como 'The soul of a man' (2003), 'Pina' (2009) o 'La sal de la tierra' (2014). Entre sus obras de ficción, para encontrar una gran obra, habría que remontarse bastante más atrás en el tiempo, hasta 1987, con 'Cielo sobre Berlín', con la que más conecta dentro de su filmografía, por esa relación sentimental con distancia interpuesta, en escenarios que parecen dimensiones distintas, la negrura incierta del océano, y la penumbra sórdida de un habitáculo. En un texto sobre 'Pina' (Pina de Wim Wenders. Danzando por la danza), incluido en su libro de ensayos 'La mujer que mira a los hombres que miran a las mujeres' (Seix Barral), Siri Hustvedt cita a Maurice Merleau Ponty: “Ser cuerpo estar ligado a cierto mundo...nuestro cuerpo no está, ante todo, en el espacio: es del espacio”. Resulta muy sugerente el uso de los espacios y el cuerpo en 'Inmersión'. La introducción se realiza sobre imágenes del interior del mar, mientras se escucha la voz de Danielle (como si el relato surgiera de sus entrañas o anhelos). James nos es presentado en un museo, contemplando un cuadro que representa un mar, y junto al cual se aprecia la célebre pintura de Caspar David Friedrich, 'El caminante sobre el mar de nubes' (1818). Mientras está sentado establece contacto con dos hombres a su espalda, con los que discute la próxima operación, disimulando que lo hacen. Pero resalta un peculiar detalle en la escena: de pies, tras ellos, un hombre contempla los dos cuadros, con un pie apoyado en unas mochilas, lo que equipara su gesto a la figura del cuadro de Friedrich. ¿El hombre que es soñado?¿El hombre que sueña? ¿El deseo de hacer hacer realidad, de dotar de cuerpo, el mar de los sentimientos, los sueños del amor, la fantasía romántica?
Junto al mar se encuentran, como si surgieran de las olas, y desafiaran a los acantilados. Junto al mar exploran la construcción de un bunker caído desde el que las tropas alemanas mataron a miles de soldados británicos. Un espacio de confinamiento, como en el que, separado de quien ama, mantendrá prisionero a James. Junto a ese bunker ella se desprenderá de sus ropas y se bañará en el mar, mientras él intenta escalarlo. Evoca la disparidad de la pareja protagonista de 'El cielo protector' (Alfaguara), de Paul Bowles, el extravío de él en los espacios delimitados, y de ella en la amplitud. En 'Inmersión' el contraste refleja cómo intentan tornar direcciones distintas en residencia mutua, divergencias en conjugación a través del anhelo que se esfuerzan en mantener mediante la evocación de un encuentro pasajero que sintieron como ilusión de duración y residencia, no como un confinamiento ni una oscuridad incierta. Sintieron esa conexión que parece desafiar las diferencias, las distancias y las incertidumbres. Durante el relato, durante ese confinamiento que él padece, cuerpo vejado, ella parece un cuerpo fantasmal errante, en tránsito, mientras se dirige hacia el lugar de inmersión. La muerte es el tránsito hacia la quintaesencia de las incertidumbres. Aunque si hay una luz que dota a ese inevitable tránsito de ilusión de eternidad es la de esa conexión armónica y pletórica con otro que sentimos en todas las capas de nuestro océano interior, esa ilusión hecha cuerpo que parece generar vida en el tránsito entre acantilados vitales, entre la superficie y la profundidad, un desafío funambulista, como el del ángel y la acróbata en 'Cielo sobre Berlín', a nuestras propias inconsistencias, esas que convierten a nuestra superficie en abismo generador de hostilidad, rivalidad y daño.

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